La desesperanza se ha instalado entre los habitantes de las zonas afectadas por el lodazal que dejó la reciente contingencia ambiental. Jóvenes como Ángel, de 19 años, expresan su angustia ante la falta de apoyo institucional: “Ya ni ganas de vivir tengo”, dijo con la voz quebrada, mientras mostraba los restos de lo que fue su hogar.
Las lluvias intensas y el colapso de infraestructura han dejado a cientos de familias atrapadas en el lodo, sin servicios básicos ni respuestas claras de las autoridades. “No tenemos agua, no tenemos luz, y nadie viene a ayudarnos”, reclamó otra vecina.
Organizaciones civiles y vecinos han comenzado a documentar las condiciones de insalubridad y abandono, exigiendo atención urgente. Mientras tanto, el lodo sigue acumulándose, y con él, la sensación de que han sido olvidados.



